Un fuera de serie del arte argentino
Por Ignacio Gutiérrez Zaldivar
Nació en 1931 en Buenos Aires. Desde los 14 años trabajó en agencias de publicidad, fue autodidacta y cuando cuenta 25 años expone por primera vez en Galería Galatea.
Él así se definía: “Soy un intérprete de la partitura que está en la realidad”.
Sus comienzos están cerca del surrealismo y luego, a partir de 1961, integra el grupo titulado “Otra Figuración” junto con Ernesto Deira, Jorge de la Vega y Luis Felipe Noé. Realizan 8 exposiciones durante 4 años y marcan un momento especial del Arte de los Argentinos. Utilizan materiales atípicos, collage y hay una ruptura con lo conocido.
Gran espaldarazo fue para Rómulo el recibir el Premio internacional Di Tella en 1963 y ahí comienza una trayectoria en el exterior que lo llevó a vivir en España y también largas temporadas en Nueva York.
Tenía su taller en La Boca y disfrutaba de la pintura de grandes superficies. Su arte es un estallido de color y el dibujo es definido con rapidez y gran facilidad. Tiene una imagen personal y su concepto de la pintura es que era la voz del silencio. Nos decía: “La pintura es un oficio mudo, es una ciencia oculta. Es un misterio porque no se hace, al menos en mi caso, con fórmulas o conjeturas, y porque antes de hacerla no existía…”
Él creaba su propia realidad, la que el sentía, no buscaba el detalle sino sensaciones. Fue muy prolífico, tanto en obras como en exposiciones, y sus obras más buscadas son las de la década del sesenta, que expresan quizás su mayor libertad de expresión.
La figura ha sido también una constante en su obra. Recuerdo los bellísimos retratos de su hija Tristana. También una serie que realizó sobre Venecia y sobre Roma.
En sus épocas en Nueva York recuerdo en especial que lo visitábamos con Marga, mi mujer de origen irlandés, y desfilábamos los tres vestidos de verde por el día de San Patricio.
Hombre cálido e inmenso artista, siempre arriesgó en su obra y dejó flotar su imaginación.
Cerca de 20 pinturas se ofrecen en remates porteños todos los años, las de la década del 60 y de gran tamaño, son las que logran mayores precios. En Nueva York suelen aparecen en subastas y en el 2012 una de ellas, realizada en 1964, se vendió en 86.500 dólares y 5 años después, aquí en remate de Roldán, se vendió en 154.000 dólares, en la misma casa de subastas se han vendido 5 de sus obras en más de 100 mil dólares y una de ellas, vendida hace 2 años, logró 182.000 dólares. Aún se pueden comprar obras suyas en una media de 10 mil dólares.
Es uno de los artistas argentinos más importantes de nuestra historia.