Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar
En sus obras, este joven artista logró imponer su sello personal. Mezcla de influencias, están presentes elementos del barroco, de la pintura flamenca, del realismo mágico y del hiperrealismo. “Intento transmitir un mensaje espiritual en la obra, que es un poco el reflejo de mi propia búsqueda, mis encuentros y dudas, trato de que suceda algo sacro y mágico en escenas ambiguas, y a veces cotidianas”, nos cuenta.
Ricardo Celma nació en Buenos Aires en 1975. Es el sexto de 7 hijos de un matrimonio de empleados públicos con una gran cultura y disfrute de las artes: música, pintura, literatura. Se crió en una casa del barrio de Almagro, en la calle Lezica. Justo al lado vivía un pintor, al que solía visitar junto a su padre: el maestro Antonio Berni. “Con los años tomé dimensión de esos encuentros y comprendí la fortuna que tuve de conocer a un grande siendo tan chico”, recuerda hoy.
Pintar y dibujar formó siempre parte de su vida y desde los 5 años tomó clases en los talleres de grandes artistas, como José Alberto Marchi, Claudio y Julio Barragán y Alejandro Boim, entre otros. Y a los 16 años realizó su primera exposición individual.
Al terminar el secundario ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, donde obtuvo el título de profesor nacional de pintura, con excelentes calificaciones. Y unos años después, ya transformada esta escuela en el IUNA (Instituto Universitario Nacional de Arte), se recibió de Licenciado en Artes Visuales.
En sus viajes a Europa, recorrió ávidamente los museos, tomando contacto con los grandes maestros de la pintura de todos los tiempos y compartió tardes de charla y arte con su admirado pintor español Antonio López.
Continúa realizando muestras individuales y colectivas; y desde 2001 expone también en el exterior: Perú, México, Panamá y Holanda. Pero sin duda, su presentación en Colección Alvear de Zurbarán, en 2010, significó para él una de las metas más importantes como artista. Nos cuenta: “recuerdo ir a la galería a ver muchas exposiciones, con 15 años iba acompañado de mi padre a ver a Marchi o los tantos grandes maestros que siempre están allí y él me decía… ya vas a llegar. Hoy tengo la suerte de aún tenerlo junto a mí y seguramente lo voy a escuchar decirme… llegaste”.
Presentó allí obras en las que encontramos reminiscencias de Gustav Klimt y Alphonse Mucha, uno de los máximos exponentes del Art Nouveau.
En su casa – taller, que comparte con su esposa y sus hijos transcurre su vida cotidiana. Disfruta cuidar a sus peces, desayunar mirando el jardín y los pájaros, y vivir rodeado de arte: literatura, buena música y, por supuesto, pintar.
Le gusta trabajar con modelo vivo, aunque muchas veces usa fotografías: “tengo la enorme fortuna de estar casado con María Gracia, una talentosa fotógrafa que me hace extrañar un poco menos el modelo en vivo, además de ser mi musa constante y fuente de inspiración en muchas oportunidades…”, confiesa.
Sus imágenes surgen, misteriosas, como en un sueño, como una imagen revelada que debe nacer. Hace entonces algunos dibujos y bocetos que luego vuelca en la tela con óleos, y allí comienza otra historia: “siempre dejo que la obra me sorprenda, no me gusta saber cómo voy a terminar la obra al empezarla, dejo gran parte del proceso en blanco para que se llene de lo que voy viviendo mientras la hago…” Unida al misterio y la poesía que sabe imprimirle Ricardo, sus obras también logran sorprender al espectador.
Más información sobre Ricardo Celma