Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar
El Arte de los Argentinos ha perdido a una de sus grandes figuras el pasado domingo 4 de abril. A los 72 años, Ernesto trabajaba en su obra los siete días de la semana, no le gustaba viajar y cortar su tarea.
Manejaba el aerógrafo como nadie y lograba efectos sorprendentes. Sus comienzos fueron como dibujante y se ganaba la vida haciendo muñecos para niños, tenía éxito pero su pyme colapsó con el “Rodrigazo”. Esto permitió que se dedicara tiempo completo al arte, a veces no alcanzaba el dinero para comprar lienzos y como en la misma cuadra había un sastre que les regalaba los retazos de los casimires, un día empezó a pintar sobre un recorte de un “Príncipe de Gales”, y allí comenzó un estilo único y personal que siempre fue un sello distintivo de su obra.
Durante la década del 80, en el Salón Nacional de Pintura y también en el de Dibujo, eran sus obras mis preferidas.
Un día estaba almorzando en un restaurante de pastas, en septiembre de 1990, y había una obra de él colgada. Quiso el destino que en el dorso estuvieran sus datos y lo llamé ese mismo día.
Fui al taller que compartía con otros artistas y lo conocí, me encanto su obra y le compré 5 de ellas para poder testear con la clientela de Zurbarán si les gustarían tanto como a mi. Vendía sus obras entre 300 y 500 dólares y generalmente eran 5 o 6 al año las que vendía y eran sus alumnos o familiares quienes las compraban.
Escondidas, como en penitencia, tenía una serie de pinturas sobre la bandera Argentina que me encantaron y que eran muy diferentes al resto de su obra. Una de ellas hace 30 años que la disfrutamos en casa y Bertani siempre “controlaba” que no fuera descolgada…, siempre decía que esa pared era suya.
Desde esa primera exposición en 1991, debemos haber presentado más de 60 exposiciones de sus obras y siempre con un éxito rotundo. Sólo me dejaba ir a su casa-taller una vez al año durante el mes de julio, para seleccionar las 30 obras que mostraríamos en su exposición anual de septiembre, decía que era mejor no condicionarlo con mis opiniones.
Todos los años nos sorprendía con nuevas imágenes pero nunca perdía su identidad. Siempre he sostenido que su capacidad creativa era superlativa.
Generoso y amigo, todos los fines de año dejaba a cada persona de la galería una obra especial de regalo.
Admirado por sus colegas y por los amantes del arte, todos lo vamos a extrañar. Para él todo honor y agradecimiento.