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El Arte de invertir en Arte

Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar

Cuando hace casi 60 años compré mi primera pintura, en lo único que pensé era dónde la iba a colgar para poder disfrutarla. Nunca se me ocurrió que podía ser una inversión o un resguardo de capital. Mi inversión era el placer de disfrutarla y como era muy chico, era también el orgullo de mi familia que con alegría veía mi compra.

“La llorona”, Pablo Picasso.
“La llorona”, Pablo Picasso.

En el origen, el arte era un oficio y los artistas vivían de los encargos, ya fuera de los arquitectos para engalanar sus diseños, o bien de algunos ricos para distinguirse de los no tan ricos. Pero sin duda lo que definió el arte y la cantidad de artistas fue la iglesia católica que necesitaba explicar la vida de cristo, los mandamientos y las normas, y para ello, encargaba pinturas y esculturas para que hubiera imágenes y así la gente, que en su mayoría era analfabeta, pudiera comprender los misterios de la religión. Curiosamente no dejaban firmar a los artistas. No le daban valor a quien la hizo, sino a aquello que representaba la imagen; y en algunos pocos casos permitían la inclusión de los donantes (los que habían pagado la obra) como forma de agradecimiento, quienes estaban simbolizados normalmente con sus retratos en posturas de oración en los márgenes inferiores de la pintura.

Tampoco se pedía que la obra la hiciera sólo el artista, se sabía que la mayoría de ellos tenían ayudantes y hasta algunos maestros con mucha demanda tenían lista de precios diferenciados. Pedro Paul Rubens, en Amberes, tenía unos treinta ayudantes y cuatro precios diferentes para los encargos, de acuerdo a lo que él intervenía en la obra, y las diferencias eran enormes. Podía costar entre 10 y 1.

También se firmaban contratos fijando plazos, que generalmente no eran cumplidos y eran castigados monetariamente. Uno que sufrió esto fue El Greco que siempre tardaba más de los esperado.

También se fijaba un precio extra, una especie de bonus, si se usaba lapislázuli. Ese azul ultramar, como lo llamamos hoy, que provenía de Afganistán, era refinado en Venecia y se cotizaba más que el oro.

Pero como verán, en ninguna parte había negocio. Sólo podíamos hablar de comercio por el pago que se le realizaba a los artistas. Nadie encargaba una obra para guardar capital o realizar una inversión. Tampoco existían los “marchantes” o mercaderes de arte. Recién en el Siglo XVIII el marido de Vigée Le Brun, que se codeaba con la nobleza de la época, logró que los clientes fueran retratados por su esposa.

“Tarde de trabajo”, Benito Quinquela Martín.
“Tarde de trabajo”, Benito Quinquela Martín.

Sí, en cambio, existían mecenas que no sólo adquirían obras para ayudar a los artistas, sino que se convertían en promotores de ellos. Como lo fue el cónsul inglés en Venecia con la obra de Canaletto, que fue conocida más en la isla británica que en la propia Italia.

Me animo a decir que el concepto de inversión en arte es algo que se desarrolla luego de la Segunda Guerra Mundial. Hasta ese momento, el arte era disfrute y prestigio, pero no era visto como una inversión, como el oro o las acciones. A ningún banco se le había ocurrido asesorar a sus clientes en inversiones en arte y, curiosamente, los grandes millonarios compraban mucho arte y algunos hasta hacían museos, como lo hizo Mayer con la National Gallery de Washington o Gulbenkian con su fundación en Lisboa. Ellos atesoraban por placer y también en busca de prestigio. Es como ese eslogan que se utiliza “devolver a la sociedad, parte de lo que me dio…”

Hoy, desgraciadamente, cada vez se habla menos de las cualidades artísticas en los diarios, cada vez hay menos espacio para los comentarios de arte. La crítica de arte está desapareciendo. Hoy se confunde arte con su mercado, se habla de inversión y no de calidad. Ahora sos “bueno” de acuerdo a la cotización que tenés. Sin duda, han sido los americanos quienes han marcado esta tendencia, es como una costumbre de su sociedad donde sos “lo que tenés”.

No todo el arte se ha valorizado, como en todas las cosas hay modas y hay costumbres. Hoy se promociona el arte contemporáneo porque es el único que tiene obras para abastecer el mercado, no se habla de “Fauvismo” o de “Cubismo”, se habla de los precios y de los récords, y para éstos sí hay lugar en las primeras planas.

“El estudio”, Juan Lascano.
“El estudio”, Juan Lascano.

Volvamos a disfrutar del arte, recuerden que es artes visuales. Hay que ver mucho, no alcanza con leer, hay que tener el ojo bien entrenado y no importa la cotización ni el estilo. Es tan bueno Picasso como Quinquela Martín o Lascano. Siempre el mejor va a ser el que te gusta a vos.

Tu mejor inversión es disfrutar del arte.

Imágenes adjuntas en la nota.

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